No existe mejor herramienta a una disputa contractual que un documento firmado por las partes en el cual se expongan las obligaciones y acuerdos entre éstas.

Como regla general, los contratos orales son válidos a menos que una ley específica no los permita. Sin embargo, en práctica, un contrato oral es difícil de hacerlo cumplir y está lleno de un sinfín de circunstanciadas legales que complican la aplicabilidad de las supuestas obligaciones de las partes y restringe los remedios jurídicos que se puedan solicitar.

Si la persona o empresa con la cual se está haciendo una relación contractual no quiere poner lo que se acordó por escrito entonces hay que concluir que esta persona o empresa no tiene ningún interés o intención de cumplir con su aparte del acuerdo. Los contratos son como la póliza de seguros de carros, se tienen para quedar protegidos cuando suceda el incidente. Es importante que el contrato refleje todas las prestaciones, obligaciones y acuerdos entre las partes y exponga en blanco y negro las consecuencias de incumplir.

El contrato escrito es la herramienta predilecta para evitar largos litigios, costos legales excesivos y sirve como instrumento persuasivo a la parte que desea infringir la relación contractual a cumplir.

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